La pasión por el deporte y el Isssteson (O por que no vender los estadios)

Publicado por: La nota central
31 enero, 2019

Por Demian Duarte

Difícil y duro tema el que está puesto a discusión de la opinión pública con la posible venta de los estadios Héctor Espino en Hermosillo y Tomás Oroz Gaytán en Cajeme, ambos inmuebles dedicados por años y años al Rey de los Deportes y testigos de las glorias beisbolísticas de cada ciudad en particular.

El orgullo Naranjero y el orgullo Yaqui están de por medio y la verdad es que cuando hablamos de aficiones e identidad social, las cosas tienden a ponerse complicadas.

Seguro es común en la mente de un tecnócrata aplicar la lógica de que “los bienes son para resolver lo males”, el detalle es que cuando hablamos de los estadios de béisbol, que son en ambos casos propiedad del estado, y por tanto de los ciudadanos, no estamos hablando de bienes cualquiera, hablamos de la memoria colectiva y del sentido de pertenencia a algo más grande que el ser individual.

Los deportes y sobre todo la afición a un deporte son temas difíciles de explicar, pero más difíciles de entender para personas que solo ven la utilidad práctica de un inmueble, sin entender las pasiones, las memorias, los recuerdos y en especial lo rincones que tiene la psicología colectiva.

El Héctor Espino es el lugar donde el Superman de Chihuahua bateó la pelota tan duro que se fue y se fue a la chingada… O donde los Naranjeros ganaron 14 de sus 16 campeonatos, donde la afición tiene sus vivencias, muchos crecieron en Hermosillo viendo a los Naranjeros jugar en el viejo estadio, muchos se hicieron novios, se comprometieron, se casaron, tuvieron hijos, se hicieron viejos e incluso hubo quienes murieron alrededor del viejo estadio de béisbol y quizá sea difícil de entender pero la gente suele hacer de esos espacios una extensión de su casa y su familia, porque ahí están sus memorias.

Algo similar ocurre con la gente de Cajeme con sus Yaquis, que obtuvieron 6 campeonatos en su viejo estadio, y ya el alcalde Sergio Pablo Mariscal pidió que el estadio Oroz Gaytán en lugar de venderlo, se lo entreguen en comodato al municipio de Cajeme, para conservarlo y usarlo en beneficio de la ciudad.

En ambos casos se trata de templos deportivos, de espacios enfocados a la memoria colectiva, donde están contenidas precisamente todas esas situaciones que hacen que cada ciudad tenga su identidad.

En los últimos años una tendencia en ciudades de Estados Unidos ha marcado el fin acelerado de muchos de esos templos del deporte, algunos más concurridos que las mismas iglesias de todas las religiones y que marcan los ciclos de vida de muchas personas, el béisbol, el futbol, el futbol americano son particularmente asuntos de pasión y amor por el equipo, los colores, la camiseta y la tradición.

En lo personal a la fecha me siento agraviado con la directiva del equipo de mis amores, los 49ers de San Francisco, pues por negocio se deshicieron del histórico Candlestick Park, lugar de grandes hazañas deportivas, donde Joe Montana dio sus mejores años, y lo demolieron sin importarles nada, ni siquiera el hecho de que los Beatles dieran ahí su último concierto, no porque era un lugar que reflejaba el espíritu de la ciudad.

Lo cambiaron por un moderno estadio, funcional, que se ubica a 60 kilómetros del punto original, en Santa Clara, sin embargo se trata de un lugar sin corazón, los 5 campeonatos de liga que tiene el equipo fueron en el Candlestick Park y muchos nos tememos que la maldición por haber destruido ese templo dedicado al deporte sea no volver a ganar un solo súper tazón, pues el equipo ya no parece ser de San Francisco.

Hay otros ejemplos que son exactamente al contrario, los Cachorros de Chicago juegan desde 1914 en el vetusto Wrigley Field, los Red Sox (actuales campeones) lo hacen en el Fenway Park desde 1912, los Rams de Los Ángeles juegan en el viejo Coliseo de esa ciudad (que ha sido asa de 2 olimpiadas 1932, 1984 y va por la tercera en el 2028) y aunque se van a cambiar de estadio en el 2020, nadie está pensando en la metrópoli californiana en deshacerse del estadio, más bien buscan la manera de conservarlo, mejorarlo, darle otros usos, reforzar la lógica de su uso como espacio público, enfocado al deporte y a la convivencia, y sobre todo a las memorias.

En pocas palabras quien se mete con el deporte y con la afición no tiene buen destino, el beisbol, el futbol por su naturaleza misma son asuntos que levantan pasión y atentar contra la memoria colectiva no es buena elección.

Todo hace indicar que la decisión del gobierno de Sonora no irá por ahí y que en todo caso se trataba de un “cale” de como está la opinión pública al respecto y tengo la sensación de que esa prueba les dejó ver que vender y demoler los estadios tendría un alto costo en materia de imagen y capital político.

No importa que los estadios no estén en uso por los equipos que ahora juegan en modernos cosos deportivos, el hecho de que hoy en día el Héctor Espino y el Tomás Oroz no sean casa de los Naranjeros o los Yaquis, no implica que todo haya terminado y que merezcan ser demolidos, ahora se pueden usar como espacios públicos, como escuelas de beisbol (como lo ha planteado el presidente Andrés Manuel López Obrador) como sede para eventos masivos, casas de la cultura, espacios para el deporte masivo y lo que usted quiera, su ubicación privilegiada en zonas céntricas de Hermosillo y Ciudad Obregón los hacen my atractivos como bienes raíces, pero también para su uso y disfrute por parte del ciudadano.

Ayer la gobernadora Pavlovich reviró que hay un enredo o confusión en la opinión pública y que el hecho de que se maneje la posibilidad de vender o enajenar bienes públicos para resolver de fondo la crisis del Isssteson no implica que se trate de los estadios ya mencionados, lo que yo en verdad aplaudo y creo que le quitará una tensión innecesaria a su gobierno.

Correspondencia a demiandu1@me.com

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