La incineración cada vez gana más terreno como despedida final de un difunto en varios países de Europa y al final incluso el Vaticano, apegado a tradiciones y creencias de hace siglos, tiene que hacer frente a las dudas que las novedades de los tiempos traen consigo. Y una de ellas es qué hacer con las cenizas de los difuntos.
Asunto de debate real en los últimos tiempos entre las paredes vaticanas, ya que el presidente de la Conferencia Episcopal de Italia había elevado esas dudas al pontífice. Dudas que no sólo hunden sus raíces en lo material, ya que el arzobispo expresa su preocupación por que se generalice la incineración por ser más barata, sino también en lo espiritual, puesto que le surge la pregunta de qué pasa entonces con la creencia cristiana de la resurrección de los cuerpos.
Aquellos creyentes que tengan los restos de sus seres queridos en algún tipo de recipiente en casa no están obrando en contra de los principios de la Iglesia a juzgar por las aclaraciones que da el Vaticano. Hay preferencia eso sí por «la conservación en un lugar sagrado o un espacio específicamente dedicado a este fin que haya sido designado para ello por la autoridad eclesiástica» para «no sustraer al difunto de las oraciones de la comunidad cristiana» o evitar «prácticas indecorosas».
Admite el Vaticano la conservación en osarios siempre que se guarde la memoria individual de cada difunto y finalmente llega el anuncio tranquilizador para los familiares de quienes descansan para siempre en casa: «la autoridad eclesiástica podrá considerar y valorar la petición de una familia de conservar debidamente una mínima parte de las cenizas de su pariente en un lugar significativo para su historia», concluye la respuesta del Dicasterio para la Doctrina de la Fe.
Eso sí, hay algunas condiciones como que se determine que esas cenizas descansen en un lugar sagrado aunque sea dentro del ámbito privado y familiar y que se evite «cualquier tipo de malentendido panteísta, naturalista o nihilista» de los que no dan más detalles concretos.
¿Y la resurrección?. Aquí el Vaticano halla una respuesta más compleja en la que unir los principios de la fe con la evidencia visual de un cuerpo que ha desaparecido tal y como era. «La materia será transfigurada», es la solución papal, «liberada de las limitaciones de este mundo».
Sigue sosteniendo el dogma de la resurrección de la carne, ya el teólogo Tertuliano la defendía con vehemencia allá por el siglo III, pero pasados 1.700 años el Vaticano admite que la transformación «no implica la recuperación de las partículas idénticas de materia que formaban el cuerpo». Por ello, concluye, todo termina de forma coherente, pues «la resurrección puede tener lugar incluso si el cuerpo ha sido totalmente destruido o dispersado».
Práctica extendida en España
España es uno de los países europeos donde más crecen las incineraciones, práctica escogida ya por la mitad de las familias de los fallecidos aunque los funerales religiosos siguen siendo mucho más habituales que los laicos. En nuestro país hay algo más de medio millar de hornos crematorios para realizarlas y las incineraciones se han triplicado en lo que llevamos de siglo.
Sólo el atáud de un enterramiento suele costar más que todo el proceso de incineración, de ahí que también sea una práctica cada vez más en auge, aunque hay diferencias por territorios. Es más habitual que se dé en zonas urbanas que en las rurales.
Según los datos de la Sociedad de Cremación de Gran Bretaña, actualizados a fecha de 2022, España es uno de los países donde se registran más cremaciones con un porcentaje del 44% del total, por delante de Francia o Italia, aunque lejos de porcentajes como el de Alemania (opción escogida por el 73% de las personas) o el de Suiza, donde llega al 80% de las muertes.
Fuente: www.msn.com