Por Arturo Soto Munguia
Arengados por John Ackerman, un grupo de 75 diputados de Morena y el PT rechazaron las cuatro quintetas de aspirantes a ocupar un cargo en el Consejo General del INE. Desde su punto de vista, los 20 candidatos y candidatas están mayoritariamente “identificados con grupos hostiles a la cuarta transformación”.
“Difícilmente existen dos o tres perfiles medianamente favorables a las exigencias de transformación del organismo electoral”, sostienen en un comunicado enviado al coordinador parlamentario de los diputados federales de Morena, en el que exigen sean anuladas las cuatro quintetas, de donde habrán de salir los cuatro nuevos consejeros, dos mujeres y dos hombres, por paridad de género.
Básicamente, lo que alegan es que el Comité Técnico de Evaluación (CTE) al que pertenece el mismísimo Ackerman aunque haya abandonado los trabajos en esta etapa levantándose de la mesa, desechó las propuestas de aspirantes ‘medianamente favorables’ a su causa. Con ello, la hegemonía de Morena y sus aliados en el INE está en riesgo, lo que vendría a complicar los trabajos de organización, fiscalización, financiamiento entre otras funciones del organismo electoral, que ya hacían bajo su control.
Aducir que estamos ante un típico caso de ‘minoriteo’ explica una parte de este proceso, pero no todo.
Ackerman, que ya quedó marcado por el escándalo de las casas que conforman un patrimonio inexplicable (o explicable sólo por su esposa, la secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval) supone que por ser Morena la bancada mayoritaria en el Congreso, y tener un voto ponderado mayoritario en la Junta de Coordinación Política, es factible rechazar las quintetas.
Eso va a entrar en un litigio largo.
Lo cierto es que hasta el momento, unos 60 de 259 diputados de Morena se han pronunciado a favor de la nulidad, más una treintena de petistas. Los trabajos de cabildeo siguen, aunque el propio coordinador de los legisladores morenistas, Mario Delgado ya adelantó que el CTE “actuó con absoluta libertad al seleccionar a los 20 finalistas”.
Si Ackerman pidió la sustitución de Ricardo Monreal como coordinador de los senadores de Morena, por conceder una entrevista a Carlos Loret de Mola, no quiero pensar lo que hará si Mario Delgado insiste en validar un proceso que, por lo demás, aparece apegado a lo que marca la Constitución, aunque no a la sobreideologización del sobrevalorado activista de la 4T.
Que la integración de las quintetas políticamente no favorezca a Morena es otro tema y creo tiene que ver más con otros factores, señaladamente los alusivos a la ausencia de cuadros académica y técnicamente preparados para el cargo, con la suficiente experiencia.
El proceso de selección para ocupar una consejería del INE es sumamente exigente y los criterios no tienen que ver, en sentido estricto, con las afinidades políticas.
Se considera la historia profesional y laboral, apego a los principios rectores de la función electoral, aptitudes e idoneidad para el desempeño del cargo, participación en actividades cívicas y sociales y experiencia en materia electoral.
Deben acreditar conocimientos en muchísimas áreas de las ciencias sociales y las ciencias exactas, además del manejo de nuevas tecnologías, independientemente de no haber ocupado cargos en los últimos cinco años en otros organismos electorales ni en la dirección de partidos políticos.
Técnicamente, eso dejó fuera a 370 de los 390 aspirantes registrados. Y entre los eliminados, evidentemente, iban los afines a Morena, de allí la impugnación al proceso y el argumento de que sólo pasaron dos o tres ‘medianamente favorables’.
Seamos claros: los consejeros del INE no son, nunca lo han sido, extraterrestres o arcángeles benditos, asépticos a la política o surgidos a la vida pública desde una generación espontánea donde no existen los partidos.
Es obvio que desde 1917 cuando se crearon los primeros organismos electorales (Junta Empadronadora, Juntas Computadoras Locales y Colegios Electorales) quienes ocuparon sus cargos eran, naturalmente, parte del partido en el poder. Es hasta 1946 cuando Manuel Ávila Camacho decreta la participación de dos representantes de ‘los partidos políticos de mayor relevancia’.
Hasta 1973 se incorporan representantes de todos los partidos políticos con registro en la Comisión Federal Electoral, presidida por el secretario de Gobernación. Las elecciones seguían en manos del gobierno.
En 1988, quien ocupaba esa secretaria era Manuel Bartlett Díaz y todo mundo recuerda la famosa ‘caída del sistema’ que desbarrancó la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas y llevó a Carlos Salinas a la presidencia.
Incluso cuando en 1990 Carlos Salinas de Gortari (sí) crea el IFE, el titular de esa secretaría seguía siendo el presidente del organismo, en este caso, nada más y nada menos que la leyenda negra: Fernando Gutiérrez Barrios.
De allí en adelante, mal que bien, el organismo federal electoral se ha integrado por profesionales, hombres y mujeres de probada trayectoria académica y prestigio social, independientemente de sus afinidades o militancias previas.
Sin embargo, la narrativa del fraude electoral ha sido el correlato del organismo electoral desde 1988, cuando Andrés Manuel López Obrador todavía militaba en el PRI, aunque comenzó a convertirse en tendencia y en el eje del discurso de AMLO a partir de 2006.
López Obrador tiene esa herida abierta desde entonces, pero su lógica no es la de apostar a la democratización o la ciudadanización del INE, sino a la vuelta de tuerca que regrese al organismo a los tiempos en que el presidente ejercía el poder indiscutible sobre el mismo.
Para eso envió a John Ackerman al CTE, pero la jugada no le salió. Al menos, no le ha sido suficiente hasta ahora, porque el viejo régimen mantiene, para su despecho, instituciones, normas, personajes que garantizan ciertos márgenes de autonomía.
No conozco, bien a bien los perfiles y las trayectorias de las y los 20 finalistas en las cuatro quintetas, pero desconocer el proceso por el cual llegaron a esa fase, anularlas y reponer todo desde prácticamente cero, parece más bien un berrinche y un manotazo en la mesa de quien tira todas las fichas porque no salieron las cartas que estaba esperando.
Como en el beisbol, sin embargo, esto no se acaba hasta que se acaba. Morena y sus aliados tienen en el Congreso federal una mayoría que pueden hacer valer.
Por lo pronto, a Chuchita Ackerman la bolsearon. Y se encabronó.
II
Este lunes amanecemos en Sonora con el semáforo en naranja, según el doctor López Gatell. El reporte de ayer fue de 30 muertes para sumar mil 466; y 383 casos confirmados para sumar 15 mil 112.
Cierto que de esos, se han recuperado 11 mil 056, lo cual es la única buena noticia.
Institucional, la gobernadora Claudia Pavlovich acusó recibo de la notificación, pero llamó a no bajar la guardia y seguir extremando cuidados, pues a pesar de que se ha estabilizado la velocidad de contagios, se debe seguir en alerta máxima.
El alcalde de Cajeme, Sergio Pablo Mariscal y la alcaldesa de Hermosillo, Célida López Cárdenas, de los municipios que registran los mayores índices de contagios y fallecimientos, se han sumado a estas recomendaciones, apostando todo a la corresponsabilidad ciudadana en momentos en los que han liberado gradualmente ciertas actividades para reactivar las economías locales.
Finalmente, ya hace rato que los gobiernos se debaten entre los palos de ciego y los exhortos desoídos. Lo cierto es que, como dijo el secretario de Salud, a estas alturas la pandemia se mitigará cuando todas y todos sigamos las medidas de prevención al pie de la letra.
Y la declaración del funcionario es buena, pero choca con esa realidad en la que cientos de miles de personas tienen que salir a buscar el pan para la mesa de sus familias.
Esto no es un cliché. Un estudio de la UNAM revela que el 71 por ciento de los casi 40 mil muertos (cifra oficial) por Covid19 en México, apenas tienen estudios de primaria.
La precarización laboral, sin duda relacionada con el nivel de estudios nos escupe en la cara esa terrible realidad en la que los desastres -y en este caso la pandemia- se ensañan con los más pobres.
No hay beca ni ‘detente’ que mitigue esto.
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