Por Arturo Soto Munguía
Las cifras, las gráficas, la guerra de declaraciones ya para condenar, ya para justificar, deshumanizan la tragedia, la normalizan.
El recuento de muertos y contagiados se ha incorporado a la nueva normalidad, a la despersonalización que se ha vuelto una manera de vivir la cotidianidad desde una zona de confort en la que definitivamente somos más quienes no andamos en los pasillos y las salas de espera de los hospitales; los que no hemos pasado por el espanto al descubrir que el hermano, la esposa, el tío con quienes convivimos dio positivo a ese asesino silencioso que tiene el tiro montado y apuntando a los pulmones, a la sien.
Pero ayer se reportó oficialmente la muerte de 17 personas más, para sumar 156 en el estado. 156 familias que lloran la ausencia de un ser querido tras días, semanas de angustia, zozobra, desesperación que tiene el epílogo en una funeraria si bien va. En el peor de los casos, ni siquiera eso. Simplemente un papeleo que le da curso legal a la cremación del cuerpo de aquel, de aquella que hace poco estaba conviviendo bien o mal con ellos.
Mil 928 personas al día de ayer han dado positivo a Covid19 en Sonora desde que comenzó el conteo. Nadie sabe cuántos de ellos alimentarán la estadística de fallecimientos, pero lo que sí se sabe es que al menos dos hospitales en Sonora se encuentran a punto de la saturación y el colapso hospitalario se advierte inminente.
En realidad nunca supimos de qué se trataba todo esto.
Si de consuelo sirve, somos unos tres millones de habitantes en el estado. 156 muertos no son nada y dos mil contagiados tampoco.
Ojalá les den este argumento a quienes están enterrando los cadáveres de familiares y amigos que hace muy poco reían, cantaban, peleaban, amaban. O peor: que les den consejos sobre dónde desperdigar sus cenizas.
Hemos llegado al punto en que el gobierno está atado de manos. Ni en lo federal, ni en lo estatal ni en lo municipal han encontrado la manera de gestionar la pandemia.
Pero la sociedad civil tampoco. A diario se documenta el arrojo, la valentía vestida con el ropaje del valemadrismo que se mueve al ritmo de “a mí no me va a pasar”. Y a diario se contabilizan los muertos.
Todo cayó como anillo al dedo, pero a estas alturas no se sabe de quién es el anillo y de quién es el dedo.
II
Se acabó el misterio y se descartaron las sorpresas. El dictamen sobre el paquete de reformas electorales fue retirado del orden del día para la sesión de hoy por el presidente de la Comisión de Gobernación y Puntos Constitucionales, Jesús Alonso Montes Piña.
El argumento: no existían condiciones para un sano debate.
Así, el único tema que se incorporará a la legislación electoral es el relativo a la paridad total y los mecanismos sancionadores de la violencia política de género hacia las mujeres.
Las propuestas para incorporar fotografías de candidatos y candidatas en las boletas electorales; candidaturas independientes y comunes, reducción de tiempos de campaña y precampaña así como la reforma al IEE quedarán en la congeladora legislativa hasta que existan esas condiciones para un sano debate, lo que es más difícil de precisar que el aplanamiento de la curva del coronavirus.
En todo caso, si el tema se retoma posteriormente, las tales reformas no aplicarán para el proceso electoral 2021.
Finalmente Morena operó políticamente para configurar una nueva mayoría coyuntural en la Cámara al sumar para su causa los votos del PVEM y MC y para hacer recular a la bancada del PT, que ya había publicado un posicionamiento a favor del paquete de reformas.
El episodio no es menor, pues documenta la importancia que para Morena y sus aliados tiene la sucesión 2021, de la que están convencidos saldrán victoriosos para sumar una gubernatura más a la causa de su partido, un escenario nada improbable, dada la aceptación que sigue teniendo la marca frente a una oposición dispersa y desarticulada, que no ha podido captar para sí los votos que el desgaste natural de los gobiernos locales de Morena ha ido sumando al segmento de los indecisos.
Todos los ejercicios demoscópicos muestran que viene cayendo en las preferencias electorales, pero se mantiene muy por encima de otras opciones partidistas, que no suben significativamente, salvo el caso del PRI y eso sólo si su candidato a la gubernatura es Ernesto “El Borrego” Gándara.
Es, sin embargo, demasiado temprano para dar por descontados triunfos y derrotas, sobre todo si se considera lo que está por venir con el tema de las secuelas de la pandemia. Muchas cosas están por verse.
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