Por Arturo Soto Munguia
Nadie le disputa al Estado el territorio, pero ayer por la tarde el Cartel Jalisco Nueva Generación bloqueó carreteras en Veracruz, incendiaron automóviles y un camión de pasajeros; arrojaron bombas Molotov y obligaron al gobierno local de Acayucan a declarar un toque de queda.
“El crimen organizado se ha apoderado de la ciudad” subrayaron autoridades, según la nota de Proceso en la que se apunta que los hechos se suscitaron en respuesta a la detención de varios sicarios de esa organización criminal.
Es decir, sí hay una disputa por el territorio que contradice cualquier discurso en otro sentido.
Anoche mismo, en Guaymas, cinco jóvenes fueron ‘levantados’ por un comando armado y hasta el momento de redactar esta nota se desconoce su paradero, para decirlo en la clásica jerga de nota roja.
Esta noticia es terrible, porque justamente en Guaymas, el verdadero caos comenzó cuando policías municipales detuvieron a tres jóvenes en julio de 2018 y presumiblemente los entregaron a uno de los grupos criminales que operan en el puerto. De acuerdo con los reportes del momento, los muchachos estaban relacionados con otro cártel que opera más al sur del estado.
Ahí comenzó el recrudecimiento de la violencia en la región Guaymas-Empalme y el asesinato de policías municipales.
De Caborca, donde el narco se ha diversificado con prácticas de extorsión, secuestro y cobro de piso, mejor ni hablamos. Menos de la sierra sonorense, donde el crimen organizado controla amplias zonas y sí le disputa el territorio al Estado. Al Estado (con mayúscula inicial) que alude a los tres niveles de gobierno y a los tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial.
Uno no puede menos que coincidir con Alfonso Durazo, el ex secretario de Seguridad que ya presentó su renuncia pero sigue despachando en su oficina de la Ciudad de México, cuando dice que el gobierno de la 4T recibió el país oliendo a pólvora, con miles de muertos y con los índices de criminalidad en el techo.
El pequeño problemilla es que sigue oliendo a pólvora, los muertos se siguen contando por miles y los índices de criminalidad (sobre todo los relacionados con homicidios dolosos en acciones del crimen organizado, siguen en el techo)
Pero eso no es lo peor. Lo peor es que no hay visos de que esa situación cambie, al menos, no para mejorar.
El tema de la inseguridad pública, y específicamente el de aquella relacionada con el crimen organizado será sin duda el sangriento telón de fondo en las campañas electorales del año próximo.
Ni los priistas, ni los panistas ni los morenistas han podido con este tema. Pero de aquí en adelante, cada cráneo reventado por un balazo de ‘cuerno de chivo’; cada charco de sangre en las calles por los ajustes de cuentas; cada tragedia derivada de esas acciones va a salpicar a todos, pero especialmente a uno.
No es un mal augurio y mucho menos un deseo. Lo estamos viendo en la prensa nacional a propósito de su renuncia.
Como estamos viendo, y seguramente seguiremos haciéndolo, la frescura e impunidad con la que el crimen organizado se pasea por todo el país haciendo de las suyas.
La única manera de atemperar las cosas, es que el gobierno federal dé un golpe de timón en su política de seguridad y los resultados comiencen a notarse. Eso validaría los dichos de Durazo Montaño en el sentido de que fue él quien sentó las bases para llegar al punto de inflexión y a la línea de contención en ese rubro.
Pero hasta ahora no hay indicios de que el comandante supremo de las Fuerzas Armadas vaya a decidir modificar un ápice lo que hasta ahora ha hecho en materia de seguridad pública. También al presidente le ha resultado costosa la liberación de Ovidio Guzmán, el saludo a su abuelita, las disculpas ofrecidas a Guzmán Loera por haberlo llamado por su alias.
A fe mía que Alfonso Durazo, una vez perfilado a la gubernatura de Sonora estaría, en caso de ganarla, colocado en la línea de la sucesión presidencial 2021 donde muy probablemente se estaría viendo la cara con Marcelo Ebrard.
Para nadie es un secreto la soterrada y añeja animadversión entre ambos personajes, como no lo es la escalada en los conflictos internos del gabinete federal.
Bien vistas las cosas, Durazo no tendría que cuidarse tanto de sus adversarios políticos en otros partidos, sino sobre todo, del fuego amigo que usualmente, es el que más chinga.
II
Allá por mayo del año pasado, cuando nadie imaginaba lo que sucedería meses después, arrancó ‘Soy Pilar’, un programa de la Secretaría de Desarrollo Social de Sonora orientado a apoyar a madres jefas de familia en condiciones precarias.
Inició en Cócorit dispersando 6.6 millones de pesos para proyectos productivosa mujeres yaquis; no es dinero regalado, sino créditos a tasas blandas que habrían de pagarse conforme los negocios prosperaran o se mantuvieran.
Pero llegó la pandemia y con ella una crisis que golpeó a los grandes, pero especialmente a los pequeños negocios. El pasado 5 de octubre, el director de Sedesson, Manuel Puebla anunció la condonación de los adeudos para las beneficiarias que se declararon en insolvencia.
‘Soy Pilar’ es un programa que alude con ese nombre al sostén de las familias, pero también a sí mismo, pues a pesar de la contingencia no sólo se ha mantenido en operación, sino que apenas ayer fueron anunciados nuevos apoyos para que otras jefas de familia generen sus propios ingresos a partir de micronegocios que les permitan mejorar su calidad de vida.
Están pues, aguantando el vendaval.
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